Este día en la historia | 29 de julio
Creación de la NASA:
Este día, en 1958, el Congreso de
los Estados Unidos aprobaba la ley que autorizaba la puesta en marcha de la
NASA, una agencia civil responsable de coordinar las actividades de este país
en el espacio. Fue creada en respuesta al lanzamiento del primer satélite
soviético, el Sputnik I, en octubre de 1957.
Estados unidos siempre había
tenido el orgullo de estar a la cabeza en tecnología, por lo que este éxito
soviético suponía una vergüenza nacional. Inmediatamente, comenzaron a trabajar
en proyectos equivalentes, suponiendo esto el principio de la carrera espacial.
Desde entonces, la NASA ha patrocinado multitud de misiones, las cuales ha
recopilado valiosa información sobre el universo. Su logro más destacable
durante la carrera espacial fueron las misiones a la luna, rodeadas siempre de
una gran polémica sobre su posible montaje. De todas formas, aunque
consideremos que sí se aterrizó en la luna, es indiscutible que la ganadora de
la carrera espacial fue la Unión Soviética.
Hitler asume el liderato del partido nazi:
Este día en 1921, Adolf Hitler se
convertía en el líder del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán. El partido
había sido fundado dos años antes por un pequeño grupo de hombres, entre los
que destacaba el cerrajero Anton Drexler, y el periodista Karl Harrer. Sus
ideas principales eran el nacionalismo, el antisemitismo y la oposición al
Tratado de Versalles.
En poco tiempo, Hitler emergió como uno de los oradores
más carismáticos del partido, atrayendo a nuevos miembros con sus discursos. Su
ascenso desde entonces fue meteórico, pasando de ser un pequeño partido a un
movimiento de masas. Los nazis supieron capitalizar muy bien la crisis
económica, traduciéndose esto en grandes éxitos electorales. Finalmente, en
1933, Hitler accedía a la cancillería de la Rapública.
La Armada Invencible es derrotada frente a las costas de Inglaterra:
El 29 de julio de 1588, la armada
española aguardaba a las tropas de Flandes anclada en el Puerto de Calais. El
comandante inglés, decide aprovechar la situación y manda prender fuego a ocho
embarcaciones para lanzarlas contra las naves españolas, lo que hace cundir el
pánico entre los españoles, que cortan los cables de sus anclas, dispersándose
en dirección al Mar del Norte.
La flota inglesa sale a la persecución, pero las
condiciones meteorológicas y la falta de munición, los obligan a recalar en sus puertos para reabastecerse. La flota española, por su parte, tuvo
que rodear las islas británicas por culpa de los vientos, con el subsiguiente desgaste
y hundimientos por las abruptas condiciones. Se calcula que un tercio de la
flota se perdió por motivos ajenos a la batalla.
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